Estimados Hermanos,
Explicaba el sabio Séneca: ?decid lo que
sentís, sentid lo que decís y concordad las palabras con la vida?. Por ello, os
escribo, para compartir con vosotros unas reflexiones que espero os sirvan de
apoyo en estos momentos.
Estamos pasando por un túnel que, de tan extenso y angosto, parece infinito. Ya son muchos meses de confinamiento,
limitaciones y pérdidas. Cada día es un torbellino de emociones, una mezcla de
esperanzas lejanas y noticias cargadas de desaliento. Sin embargo, nuestra
única derrota será rendirnos; todo lo demás será parte del camino que dibuja
nuestra vida.
Hace unos días, tuve la oportunidad de leer
unas declaraciones del profesor Roberto Colombo, miembro de la Academia Pontificia
para la Vida, quien explicaba que la fe pone las alas de la esperanza a la
ciencia, lanzando su mirada más allá de los obstáculos cotidianos. Es, sin
duda, una afirmación reveladora, cargada de realidad y optimismo. Nuestra fe
nos ayuda a caminar, incluso en tiempos convulsos, nos empuja hacia la luz, pues construye en nosotros la certeza de un mañana plagado de vida. La fe engrandece la intensidad de ese lejano y tenue brillo que intuimos al final del túnel y que, sin
ella, escapa de nosotros con cada paso que damos. Por eso, Hermanos, os animo a
mantener la esperanza, a aferraros a vuestra fe.
Pensar en Dios, es hacerlo en el bien eterno, en el
brillo más resplandeciente, en la luz que nos acoge y nos da vida. Por ello,
hermanos en Cristo, no podemos caer en el desánimo y el desaliento. No sabemos
qué nos deparará el destino. El camino parece tortuoso hasta el fin de esta
pandemia. Sin embargo, hemos de seguir trabajando con ilusión y esfuerzo.
Abandonemos el derrotismo que nos empuja a pensar en un futuro gris y aprovechemos estos momentos para aprender de nosotros
mismos, para coger fuerzas y, sobre todo, para no olvidar a quienes más lo necesitan.
Han sido muchas las plagas que han asolado
la historia de la humanidad desde la fundación de nuestra Cofradía, allá por el año 1611. Sin ir más lejos, hace 100 años, la gripe española acabó con la vida
de más de 40 millones de personas en todo el mundo, 300.000 de ellas en España,
de un total de 8 millones de infectados en nuestro país. En el verano de 1920,
la enfermedad desapareció tal y como había llegado. No cabe duda de que vivimos realidad es bien distintas. Son otros los peligros
que nos acechan, como también son otras las armas con las que enfrentarlos.
Parecen sobrar los motivos para el desánimo
y el pesimismo. Sin embargo, hemos de doblegar los pensamientos negativos,
manteniendo el espíritu cristiano. Conservemos encendida la llama de nuestras creencias y tradiciones para que salgan fortalecidas tras el paso de estos momentos tan convulsos. Nuestra fe nos reconforta, como lo hacen nuestras tradiciones en el corazón de
creyentes y no creyentes. Son miles las personas que encuentran ánimo y
consuelo en nuestras procesiones, en la música de nuestras bandas, en el pisar
pausado y firme de nuestros papones. Volveremos y seguro que más pronto de lo
que en estos momentos creemos.
Olvidemos el desconsuelo. Descartemos el
abandono. Aprovechemos la fuerza que nuestro Nazareno insufla en cada uno de
nosotros y hagamos frente juntos a este trance. Pronto, será solo un recuerdo. Estoy seguro de que la próxima Semana Santa no será como la de este año y podremos celebrar, de un modo u
otro, con la alegría y el entusiasmo que siempre hemos mostrado. Es probable
que haya ajustes o algunas restricciones, en pos de nuestra salud, pero lo que es seguro, es que nuestra fe y nuestra ilusión estarán por encima de todo, con más
fuerza que nunca.
Hermanos, un futuro lleno de alegría nos espera y nuestra
actitud ayudará a forjar un mañana mejor. Por eso, os animo a mantener una actitud de optimismo inteligente frente a la adversidad.
Rendirnos no es una opción y juntos, de la mano de nuestro Nazareno, saldremos fortalecidos.
Os envío mucha fuerza y mucho ánimo para todos. Un
afectuoso saludo,
El Abad