Procurando edificarse mutuamente con el ejemplo, en las Juntas Generales era preceptivo guardar el decoro y la modestia que requiere siempre una reunión de fieles cristianos, y se preceptuaba el mayor orden en las intervenciones, permitiéndose hablar sólo de uno en uno, en pie y descubierto, excluyendo de la cofradía, en el acto, a quien empleara blasfemias o expresiones soeces.
La inobservancia de los Estatutos era tratada con severidad. Se imponía multa al cofrade que no concurriera a misas, juntas y procesiones organizadas por la agrupación penitencial. En caso de morosidad, se duplicaba dicha sanción, llegándose, incluso, a la expulsión; cuando en los entierros se mandaba abogar a toda la cofradía, quien teniendo obligación de asistir no lo hacía, pagaba una multa de dos cuartos, que de no satisfacerla en el plazo concedido se elevaba a cuatro. Si aún así persistía en su actitud, tenía que abonar el importe de dos libras de cera y, si reiteraba en su postura, en último término, era excluido de la Asociación.
Los fundadores de la Cofradía del Dulce Nombre de Jesús Nazareno establecieron que el día de Viernes Santo de cada año, saliera por la Ciudad una procesión de Nazarenos. Siendo ésta el acto público más solemne e importante, todos los hermanos debían de asistir a la misma con cruces a cuestas, un rosario en la mano y túnicas negras, sencillas, sin adornos, abalorios, botones, cintas o bocamangas.
Si “La Ronda”, compuesta por esquila, clarín y tambor, anunciaba el discurrir de la “Procesión del Calvario”, como se conocía entonces a esta manifestación de religiosidad popular, resumía la identidad de la Cofradía un Pendón o Guión donde posiblemente se registrara el distintivo o emblema de la “compañía”: una corona de espinas de cordoncillo morado, de ocho huecos y dos milímetros de grosor, y dentro, sobre fondo negro, las letras J.H.S también moradas, siendo el diámetro de la corona el de seis centímetros, así como tres clavos. Dicho emblema se coloca hoy en la túnica, al lado izquierdo, sobre el pecho.
La túnica se ceñía con una soga de esparto. Ésta, a libre voluntad, podía llevarse también al cuello, así como ir descalzo en la carrera o parte de ella. Durante el trayecto procesional estaba prohibido descubrirse, llevar chinelas o medias de color, y se prevenía silencio y compostura, bajo la pena de una libra de cera, que se hacía efectiva en el acto, “cogiendo prenda”, es decir, despojando, por ejemplo, de capillo al infractor, motivo que le obligaba a abandonar la procesión, ya que esta pieza al llevar el rostro cubierto con ella, era, y es, imprescindible para formar parte del cortejo penitencial. Igualmente, se prohibía a las mujeres formar en la procesión entre los cofrades.
Hasta aquí los rasgos más acusados donde trasparecen los fines piadosos que fueron dispuestos por los fundadores de esta agrupación penitencial leonesa con objeto de meditar, como buenos Hermanos Nazarenos, los momentos sagrados de la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo. Las características de la “Procesión de los Pasos” y de “La Ronda” tienen comentario en epígrafes aparte. Ambos actos, declarados de Interés Turístico Nacional en 1999, fueron distinguidos el año 2002 con “Mención Especial” en la declaración de Interés Turístico Internacional de la Semana Santa de León.
Llegados a este punto, cumple añadir que los integrantes de la Junta Fundadora de la Cofradía del Dulce Nombre de Jesús Nazareno, tratando de dotar a estos Estatutos de estabilidad y garantía, convinieron fehacientemente que su modificación se realizaría sólo previo estudio de la Corporación de Seises, posterior acuerdo de la Junta General de Hermanos y finalmente de la Autoridad Eclesiástica. Revisados y refrendados por los prelados legionenses D. Alonso González, en 1614, y, en 1616, por D. Juan de Llano y Valdés, el 9 de agosto de 1619 fueron presentados al Excmo. Ayuntamiento de León. Examinado su articulado, el Alcalde Mayor, Licenciado Alderete de Vallejo, concedió las oportunas licencias y autorizaciones para la organización por la topografía legionense de actos o salidas de índole penitencial.
El transcurso del tiempo trajo consigo la revisión y adaptación de la primitiva Regla en 1717, 1906, 1919, 1927 y 1947. La alegación de costumbres, interpretadas en muchos casos según conveniencias personales, las disposiciones que, por su carácter variable, inducían a interpretaciones erróneas, e, incluso, la práctica de rutinas antiguas y la necesidad de adelantar la fecha de nombramiento de Abad, hicieron necesaria su renovación.
Modificados, pues, en cinco ocasiones, el incremento ostensible de hermanos influyó también en su actualización. Los vigentes datan, como es evidente, de 1947. Reflejo puntual de aquellos acuerdos que hicieron posible la fundación de la Cofradía, a este respecto, sólo poner de relieve que, previo acuerdo de la Junta General de Hermanos, Domiciano Hernández Bercero y Mariano González Puente, como abad y secretario, respectivamente, de la Cofradía, presentaron el proyecto de Reforma de Estatutos al entonces obispo de la diócesis, Dr. D. Luis Almarcha Hernández, quien, “recomendando su fiel observancia”, aprobó los mismos con fecha 22 de marzo del referido año.
El 4 de febrero de 1611, ocho piadosos leoneses, armonizando inquietudes e ideales, fundaron la Cofradía del Dulce Nombre de Jesús Nazareno de León, una agrupación penitencial que alcanza ahora cuatro siglos de andadura vital, y forma parte, por derecho propio, de la intrahistoria legionense. La concesión de la Medalla de Oro de la ciudad de León, otorgada por el Excmo. Ayuntamiento de esta antigua Urbe Regia en sesión celebrada el 30 de marzo de 2007, así lo testimonia.
Máximo CAYÓN DIÉGUEZ
León, diciembre, 2010