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El Expolio
Francisco Díez de Tudanca, 1674

Cuando los soldados crucificaron a Jesús, tomaron sus vestidos e hicieron cuatro partes, una para cada soldado. Tomaron también su túnica, la cual era sin costura, de un solo tejido de arriba abajo. Entonces dijeron entre sí: "No la partamos, sino echemos suertes sobre ella, a ver de quién será". Esto sucedió para que se cumpliera la Escritura, que dice:
«Repartieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes.»

Juan 19, 23-24


El Expolio
La Cofradía de Jesús Nazareno, en la segunda mitad del siglo XVII, incrementó de un modo considerable lo que hoy día denominamos patrimonio artístico. En 1674 se le encomienda a Francisco Díez de Tudanca el paso del Expolio, la imagen del Cirineo y el ahueque de la escultura titular.

El conjunto de cinco figuras representaba el momento en que Cristo es despojado de sus vestiduras, antes de ser clavado en la cruz, mientras que cuatro sayones presentaban diferentes poses. Del paso original tan sólo se conserva la imagen de "Christo nuestro bien de bulto a ymitación de mucha humildad".

El Expolio
El contrato firmado entre Díez de Tudanca y el Abad de la Cofradía, Marcos Anguiano, que se conserva en el Archivo Histórico Provincial, nos describe con gran detalle las características de la obra. Los cuatro sayones debían ser también de bulto, y se describe las posiciones y acciones que debían desarrollar, así como sus ropajes: El uno quitando la bestidura a Christo con el mobimiento que le pertenece, […] otra figura al modo de la referida con mobimiento de estar barrenando la cruz […] ansi mismo an de yr en el mismo paso jugando las bestiduras sobre un tambor con unos dados y yncada cada uno una rodilla sobre el tablero y la otra lebantada con un acha de armas cada uno y con mobimiento de estar riñendo […]

Los sayones, tal vez arrinconados a finales del XVIII en el Convento de Santo Domingo tras la crisis de los braceros de 1785, pudieron perderse en el incendio que afectó al cenobio durante la ocupación francesa y que finalmente supuso su ruina mediado el siglo XIX.

La imagen de Cristo presenta las características propias de las obras de Gregorio Fernández y de la estética barroca castellana, con abundantes llagas en hombros y espalda, así como de postizos que intensificaran la sensación de realidad, con ojos de cristal y dientes de marfil. Y este paso, al igual que ocurriera con la Coronación encargada el año antes, tal vez fuera copia de otro que tenía la Cofradía de Jesús Nazareno y Cinta de San Agustín de la vecina ciudad de Valladolid.

El Expolio
A este paso también se le conoce, cariñosamente como el torero, debido a que entre sus manos antiguamente portaba un paño blanco, símbolo del expolio, y por la posición que adoptaba, colocación de paño, pies, brazos y cabeza ladeada, simulaba a un torero citando a un toro. También es nombrado, y así figura en diversos libros de cuentas de la Cofradía, como “El Silencio”.

Varios han sido los intentos de volver a completar el paso a lo largo del siglo XX, aunque hasta el momento, no ha fructificado ninguno.

La escena se completa con la cruz sobre un peñasco, antes de proceder a enclavar a Cristo, así como una camisa ensangrentada, una túnica, donada en 2006 por el entonces Vice-Abad Hno. Pablo San José Recio, y realizada por Juan Carlos Campo Salas en bordados de aplicación, así como otros atributos de la Pasión, como los dados en recuerdo a los sayones desaparecidos que se jugaban las vestiduras.

En 2008 fue restaurado concienzudamente por la Dirección General de Patrimonio Cultural, perteneciente a la Consejería de Cultura y Turismo de la Junta de Castilla y León, eliminando todos los repintes que había ido acumulando a lo largo de los siglos, mostrándonos la efigie con su encarnadura propia de finales del XVII.

En el año 2016 se realiza una consolidación de la policromía a cargo de la restauradora Silvia Álvarez López-Doriga.

El trono fue diseñado por Melchor Gutiérrez San Martín y estrenado en 1985. Realizado en madera, es de cierta sencillez, presentando diversos elementos decorativos de latón en sus paños, y unos mascarones que rompen la linealidad de las formas, y consiguiendo un buen conjunto en la calle.

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